El Sable desde la Antigüedad hasta el Renacimiento
(Publicado en el catálogo de la Exposición "Sables del Museo del Ejército" en 2005)
"Dentro del
amplio abanico que, en cuanto a tipologías morfo-estilísticas encontramos en la
gran familia de las armas blancas, en la cual la espada representa el papel
protagonista, el siguiente papel en
cuanto a importancia se refiere, se lo debemos adjudicar sin duda alguna al
sable.
Dicho
vocablo, nos induce de forma automática, a visualizarlo como armamento
indiscutible del arma de Caballería o de
la Marina,
enclavándole en un marco cronológico, que aunque antiguo desde nuestra
perspectiva actual, no hace justicia en absoluto a sus verdaderos orígenes ni
historia. Dicha historia que se iniciará como una subcategoría de la espada,
arma blanca por excelencia, correrá de forma paralela al desarrollo de la misma
durante un breve periodo de tiempo, para posteriormente escindirse, formando
una de las más importante familias de armas blancas existentes, tomando incluso
el relevo, ya en tiempos modernos, a su gran predecesora en el armamento
portátil del soldado.
El concepto del Sable, vamos a
sintetizarlo como un arma blanca, cuya hoja presenta una arquitectura curva,
frente a la hoja recta de la espada. En dicha arquitectura curva, predomina la
existencia de un único filo al exterior de la misma lo que facilita la
penetración y trayectoria del corte, siendo por tanto un arma diseñada
exclusivamente para tal fin. Este
concepto aún sentando las bases en cuanto a su diseño se refiere, presenta
algunas excepciones de las que hablaremos posteriormente.
El origen del sable como el arma que conocemos, tema ampliamente
discutido por los expertos, y tradicionalmente situado en el marco oriental de
tradición islámica, debemos buscarlo en los pueblos de la Europa balcánica como los
Magiares (1) una
tribu nómada procedente del Alto Volga y que controlaba buena parte de los
territorios de la actual Hungría durante los inicios de la
Alta Edad Media. Aunque, no obstante para
ser coherentes con la descripción dada, debemos retroceder varios siglos en
busca de las primeras armas usadas por los pueblos primitivos, que se ciñeran a
los preceptos de hoja curvada provista de un solo filo.
Sin duda, el
descubrimiento de los metales, así como su forma de trabajarlos, supuso un gran
avance en la incipiente industria armamentística, al sustituir de forma
fehaciente el material lítico, hasta entonces dominante en la fabricación de
armas y herramientas. El metal proporcionaba no solo un elemento más resistente
en dicha fabricación, sino que ofrecía aparte la posibilidad de reutilizar las
piezas rotas o deterioradas, circunstancia esta prácticamente imposible en las
formas anteriores. El inicio de esta importante etapa, surgirá con la obtención
del cobre a partir del mineral, fabricándose distintos utensilios con él, pero
debido a su falta de dureza en estado puro, pronto hubo que implementar
diversas formas de endurecimiento, originalmente mediante la técnica de batido
del material.
No cabe duda que el desarrollo del horno metalúrgico, posiblemente a
partir de un horno de cerámica, supuso el segundo gran avance en la producción
de armas y utensilios, proporcionando la posibilidad de utilizar distintos
aditamentos que como el arsénico o el
estaño, una vez añadidos al cobre, producían una mayor resistencia en el
conjunto final, además de permitir nuevos diseños morfológicos, que mediante las
técnicas de batido anteriores, eran imposibles de obtener.
Este nuevo
material conseguido, significará un gran avance en esa incipiente industria,
dando lugar a una de las primeras y muy importantes etapas de fabricación de
armas en metal de la antigüedad, la denominada Edad del Bronce. Durante este
importante periodo cronológico, van a surgir infinidad de formas y diseños en
cuanto al armamento se refiere, en función de los logros alcanzados en materia
de fundición y nuevas aleaciones. La mayor parte de estos diseños, representan
arquitecturas de hoja recta y doble filo corrido, con lo que no vamos a
detenernos mucho más en su descripción.
Una de las primeras muestras documentadas en cuanto a un arma de hoja
curva fabricada en cobre, es posiblemente el conocido como Kopis (2), arma dotada de un filo en
forma de hoz, con la cual se armaban los egipcios en la antigüedad, y que se
halla profusamente representada en relieves y pinturas.
Como ya
indicábamos anteriormente, la relativa escasa dureza que presentaba el cobre en
su estado puro, provocó el desarrollo de nuevas tecnologías en materia de
fundición, que condicionaron el armamento de los ejércitos de la antigüedad,
dándose el paso definitivo con el descubrimiento del hierro.
El
descubrimiento del hierro, supone el inicio de la segunda gran edad en la
fabricación del armamento portátil. Los primeros en usar el nuevo metal en el
desarrollo y fabricación de sus espadas, fueron el imperio Hitita, quedando
claramente de manifiesto su superioridad frente al resto de los antiguos
materiales como el cobre o el bronce, en sus interminables luchas contra los
egipcios, en las cuales la dureza y tenacidad de las espadas de hierro,
causaban estragos frente a los Kopis
de cobre. En siglos posteriores hacia el año 1200 a.C. el desmembramiento de
dicho imperio, supone la transmisión de los secretos de fundición por todo el
oriente próximo. De esta forma y usando como base los antiguos diseños de
espadas y dagas realizadas en bronce, va a surgir hacia principios del siglo XI
y finales del IX a.C. una nueva serie
armas blancas realizadas en el nuevo metal. De ellas las más antiguas halladas
son las de los valles altos de Luristan, región fronteriza entre los actuales
Irán en Irak. Sabiendo pues que el
conocimiento y desarrollo del hierro surge en oriente, debemos suponer que su
transmisión a Europa se realizase a través del Mediterráneo, y de esta manera
se tuviesen los primero contactos en la península ibérica, mucho antes incluso
del descubrimiento del citado metal en la misma.
En Europa la producción de armas de hierro aparece
de forma más tardía que en oriente, siendo el yacimiento más antiguo que se
conoce el de Hallstatt, que data del siglo VIII a.C. y que da nombre a la
primera Edad de Hierro. El citado yacimiento, formado por una gran necrópolis
situada en un valle de los Alpes, en el Tirol Austriaco cercano a las minas de
sal de Hallstatt, presenta una gran riqueza artística, mostrando espadas de
gran longitud, cercana a los 140 centímetros, aunque en este caso concreto, la
arquitectura de sus hojas es la línea recta de doble filo corrido. De esta
primera edad existen pocas muestras en la península ibérica, salvo en el
noroeste, donde aparecen algunos puñales de los denominados “de Antenas”, correspondientes al final
de este periodo.
Varios siglos
habrán de transcurrir, hacia mediados o finales de la segunda Edad del Hierro,
en el periodo conocido como “La Ténne”,
para encontrar precisamente en la península ibérica lo que podríamos considerar
como el antecesor del sable.
Quizás una de
las muestras más antiguas que podemos citar, sea la famosa Falcata Ibérica,
hacia el siglo IV a.C. la
Falcata, arma por excelencia del guerrero ibérico tanto a pie
como a caballo, en cuyo original diseño el filo se curva hacia el interior,
provocó no pocos quebraderos de cabeza a la importantísima máquina de guerra
romana, obligando a reforzar sus escudos y tácticas de combate como cita
Polibio (3) en
sus crónicas. Este modelo primigenio está ampliamente documentado, apareciendo
en múltiples yacimientos en la península, bien en modelos físicos muchas veces
encontrados en enterramientos, como representado en estelas (4). El
origen de su peculiar diseño, aún no está muy claro, tratándose, según algunos autores, de una evolución del
anteriormente citado Kopis egipcio,
aunque Homero en su Iliada, narra como los guerreros griegos portaban un tipo
de espada prácticamente idéntica, denominada Machaira, y que aparece en infinidad de representaciones de época,
principalmente en cerámica. La Falcata aún considerada como una espada, es sin
duda uno de los más antiguos ejemplares en los cuales el diseño de su
arquitectura se modifica en función de una mayor efectividad de corte, premisa
principal del concepto que posteriormente daría lugar al sable como lo
conocemos en la actualidad.
El desarrollo
de las armas blancas comenzará entonces una imparable carrera, en la cual las
nuevas tecnologías de forja, así como el descubrimiento del acero, van a ir conformando espadas cuyas
propiedades de dureza y tenacidad producirán hojas de mayor longitud,
estableciéndose la arquitectura de línea recta y doble filo como premisas
fundamentales en las nuevas tipologías, teniendo que transcurrir varios siglos,
para que las ventajas de la hoja curva volviesen a aparecer en los campos de
batalla.
El profesor
Petersen (5) en su
obra, cita algunas tipologías de espada recta de un solo filo destinadas al uso
principalmente de corte. Estas piezas hacen su aparición en el norte de Europa
hacia principios del siglo VI de nuestra era, posiblemente como evolución
lógica de los grandes cuchillos o dagas denominados “Sax”, utilizados por los pueblos sajones y vikingos del periodo de
las migraciones. Estas nuevas espadas, aún manteniendo la arquitectura recta de
sus hojas, abogan de forma incipiente al uso de un único filo cuya misión
principal es tajar frente al uso de la punta. Estas nuevas morfologías, se irá
implementando dando lugar a una corriente que se desarrollara de forma paralela
a la ya clásica de doble filo corrido, y que con la posterior adquisición de la
arquitectura de filo curvado, determinará, de alguna forma el patrón definitivo
consistente en una hoja curva de filo corrido al exterior, es decir el Sable.
El término Sable, no se está muy de acuerdo en cuanto a su
origen, proviniendo según algunos autores de los países caucásicos, en el caso
del ruso y serbio en la forma “E!#9a” (sablja), del polaco “szabla”, del magyar “szablya” con apenas variaciones en el
alemán “säbel”, francés “sabre”, italiano “sciabla” o en el castellano “Sable”.
Sus formas curvas van a estar determinadas por la necesidad de proveer al
jinete o guerrero a caballo de un arma ligera, cuya arquitectura facilite la
penetración del filo sin embrazarse como ocurriría con un arma de hoja recta y
pesada. Esta particularidad que la confiere como el arma por excelencia del
jinete, sin duda surge tras siglos de experiencia en el combate a caballo por
los guerreros de las tribus nómadas, tanto en el este de Europa como fue el caso de los citados
Magiares, como en las amplias estepas y llanuras comprendidas entre Rusia y
Mongolia. El conocido como “Sable de
Carlomagno”(6) también llamado “Espada de Atila”, es
una de las muestras más arcaicas conservadas que responden a la nueva
tipología. En este caso, la curva de la hoja es mínima, estando dotado de un
filo corrido al exterior y contrafilo al interior desde prácticamente la mitad
de su longitud total. Si observamos la guarnición de este sable, podemos
observar que está comprendida por una corta empuñadura destinada al uso con una
sola mano, así como unos cortos gavilanes de guarda, perfectamente diseñados
para su uso a caballo sin presentar molestia alguna al jinete.
Uno de los pueblos guerreros que mejor asimiló el uso de la arquitectura
de hoja curva, fue sin duda el japonés. Partiendo de hojas rectas de un solo
filo y de influencia china, llegaron a desarrollar hacia mediados del periodo Heian (siglo X-XI de nuestra era), lo
que hasta nuestras fechas se ha considerado el sable por excelencia. Los
guerreros japoneses llamados Samurais,
desarrollaron una de las más sofisticadas técnicas de combate a caballo, para
ello debieron dotarse de largos y ligeros sables provistos de una gran
curvatura, la cual facilitaba el desenvainado y el corte prácticamente en el
mismo movimiento, son los conocidos popularmente como “Tachis”. Posteriormente durante los largos periodos de guerras
civiles en los cuales el uso de grandes contingentes de infantería suplió a los
antiguos jinetes, el uso del sable siguió su desarrollo, adecuándose a las
nuevas necesidades del ejército de infantes, en la forma de un arma ligeramente
más corta y pesada que aún conservando la curvatura de su hoja, no era tan pronunciada como la de su
predecesor, nos referimos a la “Uchigatana”
o comúnmente “Katana”.
Oriente ha sido por tradición sino cuna, si un
importante caldo de cultivo en el cual, el sable ha encontrado la aceptación
que en Europa no conseguirá hasta ya entrado el siglo XVIII, en que
sustituyendo a la espada, fue designado como armamento principal del soldado.
Por citar algunas de las más importantes muestras, tenemos los famosos “Shamshires” de origen persa, del cual se
supone que desciende nuestro vocablo “Cimitarra”,
a través de sus formas “Shamshir, o
Schimir”, y que comúnmente se conocen como Alfanjes. Estas armas de
pronunciado filo curvo, están provistas de empuñaduras simples, es decir de una
sola mano, y con gavilanes rectos. Uno de estos ejemplares, lo podemos admirar
en el Museo del Ejército de Madrid, el conocido como “Alfanje de Mehemet Alí”(7), del que
hablaremos posteriormente. De esta misma familia son los “Kilij” otomanos, prácticamente idénticos a excepción del
pronunciado contrafilo existente en la punta y conocido como “Yelman”.
En Europa, como ya dijimos, el desarrollo del sable, va a surgir como
sub-categoría de la espada, llegando a escindirse y formar una línea evolutiva
paralela a ésta hasta su solapamiento ya en época moderna. De las antiguas
formas descritas por Petersen, evolucionadas del Sax o Scramasax, surge hacia
mediados del siglo XIII un tipo de sable de hoja ancha y ligera curvatura de la
misma, el denominado “Falchión”
conocido en España como “Bracamarte”
del francés “Braquemart”. Este
importante espécimen cuya ancha hoja se presenta en varias longitudes, tiene
uno de sus más antiguos exponentes en el Apocalipsis de hacia 1300 (8), que el
profesor Oakeshott reseña en su obra. En España podemos verlo representado
ampliamente en las Cantigas del Rey Sabio, siendo uno de los ejemplares más
antiguos que se conserva el “Falchion de
Puente Genil”(9),
de mediados del siglo XIV. Este tipo de arma ampliamente documentado en
ilustraciones del renacimiento italiano, ha sido habitualmente utilizado para
designar de forma gráfica a los bárbaros procedentes del este en las citadas
obras.
Otros ejemplares europeos de gran relevancia, son los denominados “Sables Suizos” (Schweizersäbels) de una
mano o mano y media, con la particularidad de la aparición del aro guardamanos
en sus guarniciones, como protección de los nudillos de la mano, hacia
principios del siglo XVI. En la misma línea tenemos los llamados “Dussage”, emparentados con las
guarniciones de farol de origen escocés, en este caso con guarnición de vela,
en el mismo marco cronológico y situados principalmente en la zona norte de
Europa, Alemanía, Austria y Escandinavia. Por último citaremos los grandes
sables alemanes y suizos de dos manos, los “Zweihänder
säbels” o Grosse Messer”, conservados en el Kunsthistorisches Museum de Viena, y ampliamente representados en
multitud de ilustraciones como armamento de los mercenarios Lansquenetes.
Las técnicas de uso del sable al
igual que la espada, se encuentran fielmente reproducidas en múltiples tratados
de la antigüedad, siendo probablemente una de las más antiguas que se conoce la
de Joachim Meyer datada en 1570".
(1) Magyares:(Hijos de la Tierra), se trata del pueblo más importante del antiguo reino de Hungría, pertenecientes a la rama “ogra”. Vivieron en un principio en los Urales, en donde residen aun. Durante el periodo de su nomadismo fueron vecinos de los turcos que influyeron en su lengua y costumbres. Mezclados más tarde con los germanos y eslavos, se convirtieron al cristianismo, siendo baluarte de la fe cristiana occidental contra los turcos.
(2) Kopis, Khrobi, Khopsh. Cameron Stone, G. / A Glossary of the Construction, Decoration and use of Arms and Armor in all Countries and in all Times.
(3) Político e historiador griego nacido hacia 210 a.C. entre sus obras destacan el relato de la Guerra de Numancia.
(4) Por citar alguna de las más importantes muestras de falcatas, nos referiremos a la célebre “Falcata de Almenedilla”, una de las piezas mejor conservadas en la cual es posible apreciar su arquitectura original de filo curvado al interior y ligero contrafilo en la punta. En cuanto a las representaciones en relieves la denominada “Estela de Osuna” en la que se aprecia con gran realismo un guerrero ibérico de perfil, empuñando una falcata en una mano y un escudo en la otra. Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
(5) Petersen, Jean. / The Norvegian Viking Swords, 1919.
(6) Seitz, Heribert. / Blankwaffen I / Säbel Karls des Grossen.
(7) M.E.M. nº 24.912
(8) Oakeshott, Ewart / Archaeology of Weapons
(9) Museo Arqueológico de Córdoba.